8 de marzo, día para reflexionar y actuar -Blog -

Histórico proceso de más un siglo, para el reconocimiento de derechos

Oliva Solís (FCPyS-UAQ) 5/03/2022

Durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, los movimientos feministas, englobados en lo que se ha denominado como la Segunda Ola del Feminismo, estuvieron luchando por visibilizar una serie de problemas padecidos por las mujeres por ser mujeres y que debían ser abordados en su problematización para poder acabar con ellos.

El diagnóstico mostraba las profundas desigualdades que históricamente se habían mantenido en el campo laboral, en el acceso a la educación en todos sus niveles, en el acceso a la salud, a la cultura, a la política e incluso a la apropiación de sus cuerpos. Estos problemas, vistos con los ojos de la interseccionalidad, se presentaban como más profundos y lacerantes.

Las condiciones que padecían las mujeres, si bien en términos generales eran comunes, cuando se llevaban a casos particulares, concretos, se podían agudizar: la opresión, la violencia, la ignorancia, el maltrato, la pobreza, eran diferentes para las mujeres que vivían en el campo que para las que vivían en las ciudades.

Para las mujeres blancas estos problemas eran diferentes que para las mujeres negras o indígenas. Los abusos que vivían las niñas eran diferentes a los que padecían las adultas mayores o las jóvenes. Las católicas vivían sus realidades de forma diferente a como lo hacían las musulmanas o las judías.

¿Cómo dar solución a estos problemas?

Asumir que las condiciones que denunciaban las mujeres eran reales e importantes y que una sociedad que se preciaba de ser moderna y de defender los derechos humanos (que el fin de la Segunda Guerra Mundial había consagrado como el fin último de la Organización de las Naciones Unidas ONU), fue el medio a través del cual se buscó legitimar las luchas de las mujeres y obligar a que los Estados Nación actuaran.

8 de marzo, para la mujer el primer paso a nivel internacional

Las estrategias utilizadas fueron varias: primero, se proclamó el día 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, pensando que ese día debía ser un espacio para la reflexión y el diálogo en torno a la condición de las mujeres en el mundo.
Luego, se proclamó que el año de 1975 sería el Año Internacional de la Mujer, motivo por el cual se comenzaron a preparar diversos grupos para, en la reunión a celebrarse en la Ciudad de México, pudieran exponer sus demandas con diagnósticos y propuestas.

También se comenzó a impulsar, desde la ONU, la elaboración de estudios en torno a la condición de las mujeres en el mundo y finalmente, convocar a la celebración de encuentros internacionales de mujeres donde pudiera debatirse, acordarse y firmarse compromisos que los gobiernos de los Estado-Nación afiliados a la ONU debían realizar.

Ahora, a 47 años del primer Año Internacional de la Mujer y más de cien del primer Día Internacional de la Mujer, ¿qué tanto hemos avanzado?, ¿se han alcanzado los objetivos que se han propuesto en las diversas reuniones de mujeres celebradas a lo largo de este tiempo?, ¿cuáles son los pendientes que aún tenemos?

Un largo trecho por caminar

Debemos decir que algo hemos avanzado en algunos aspectos, por ejemplo, en el campo de la educación o de algunos derechos laborales. Pero los avances no han sido parejos. En otros campos, aún tenemos un largo trecho por caminar, por ejemplo, en lo relativo a la salud de las mujeres, la pobreza o la violencia que, en el caso de nuestro país, es urgentísima su atención.

El 8 de marzo de cada año es pues un espacio para reflexionar sobre los problemas que como mujeres vivimos y enfrentamos en una sociedad androcéntrica y patriarcal. No es un día para recibir felicitaciones por ser mujeres o menos aún una fecha para comercializarla y banalizarla.

Aprovechemos este día para convertirlo en un espacio de diálogo, denuncia y propuestas en donde todos, varones y mujeres, nos comprometamos a actuar de manera solidaria para comenzar a construir nuevas formas de relacionarnos en igualdad.

Oliva Solís Hernández