El otro barrio
Voces del Tepetate 14/02/2022
Al norte de la ciudad, en la otra banda, se encuentra el barrio del Cerrito, conocido desde hace siglos como la Cruz del Cerrito.
Para los antiguos Queretanos, la Cruz del Cerrito era una referencia importante, pues en esa área se encontraba la garita del camino hacia el norte que delimitaba la “Gran Chichimeca”, San Luis Potosí y los Reales de minas de Guanajuato, Zacatecas y del Real de Catorce.
Las mojoneras que limitaban los terrenos de las haciendas y estancias ubicadas en aquella zona, señalaban uno de los puntos de entrada a la ciudad, y según los datos que existen desde el siglo XVI, el cerrito fue el límite de la configuración de la ciudad en diversas épocas.
El camino
Para llegar al Cerrito, hay que entrar por la calle de Otoño, pasar por un costado del templo de San Sebastián, y subir por el puentecillo que en otro tiempo era conocido por los vecinos como el “Puente alto” o “Puente de palo” pues estaba hecho rústicamente de madera, el cual fue sustituido por uno más seguro que existe en la actualidad, este puente era usado por los vecinos de los barrios la Trinidad, el Cerrito y San Sebastián, para transitar con la mayor rapidez sin tener que bajar y dar vuelta hasta la estación, o en el peor de los casos atravesar por entre los vagones que intempestivamente se movían para las maniobras propias del patio de los ferrocarriles, lo que ocasionó varios accidentes, algunos mortales.
También se llega por Prolongación Corregidora Norte, hasta el puente desde donde se miran las vías del tren. Ahí, donde se ha convertido desde hace varios años en un lugar para encuentro y socialización que vinculan puntos de vista actuales con la memoria colectiva.
Donde se tienen que restablecer usos y costumbres para una sana convivencia entre los viejos vecinos y los que siguen llegando de otros puntos del país e incluso del extranjero.
En la zona hace muchos años, al atravesar el puente se encontraba la fuente en donde los vecinos se abastecían de agua; en su lugar existe ahora una más moderna que sirve de punto de reunión para echar la mona o echarse un trago, “al fin y al cabo todos nos vamos a morir”, dicta su principio filosófico que les ha dado reputación como “el escuadrón de la muerte” de esta zona.
Enrique Espinosa Uribe.
Con información de El Heraldo de Navidad Ed. 1999
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