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Historias queretanas

La presa del Diablo leyenda en El Marqués

Esta construcción data de 1592

En los primeros días de Querétaro

Redacción 03/12/2023

La presa del Diablo, en el municipio de El Marqués, debe su nombre a una historia que se remonta a los primeros años de Querétaro, e involucra al mismo Diego de Tapia, hijo de don Fernando de Tapia, Conín.

La leyenda cuenta que a la muerte de don Fernando, quien era gobernador de la región que hoy ocupa Querétaro, su hijo, Diego debió de esperar 10 años para suceder a su padre.

Al terminar su periodo como gobernador, Diego de Tapia pide la autorización del virrey para poder construir un rancho y poder vivir del mismo ya retirado de la vida pública. El virrey acepta y así nace el rancho del Molino Colorado.

Se dice que Diego de Tapia gustaba de pintar de rojo sus construcciones, para no romper con la estética de los cerros rojos que rodean la zona actual de La Cañada y Hércules, donde se ubicaba su rancho.

Para dotar de agua al rancho, Diego de Tapia pide autorización al virrey para ahora construir una presa, obra que comenzó a construirse en 1592.

La gente de la época le decía ocasionalmente a Diego de Tapia, El Diablo, por su gusto por el color rojo en sus obras.

El diablo pide cuentas por la presa

Cuentan que una ocasión, cuando supervisaba que todo en la presa funcionara de manera correcta, a Diego de Tapia se le apareció el mismísimo diablo, reclamándole porqué se quería parecer a él.

A manera de tributo, el diablo le pidió a Diego de Tapia el sacrificio de siete niños vivos, a los cuales debería emparedar en la presa, a lo que el hombre se negó, pues algo así no era de un buen católico.

A cambió el diablo pidió a don Diego que le diera, de lo que sembrara, todo lo que creciera de la tierra para arriba, por lo que Diego sembró papa y otros productos que crecen bajo tierra, por lo que al diablo no le tocó nada.

El diablo visitó por segunda ocasión al hombre, diciéndole ahora qué le debería de dar todo lo que creciera de la tierra hacia abajo. En esta ocasión, don Diego sembró maíz y frijol, por lo que de nueva cuenta el diablo se fue con las manos vacías.

La tercera vez que el diablo fue al encuentro de don Diego ya no pudo hablar con él, pues había muerto. Don Diego había burlado al mismísimo diablo.

Desde entonces, dicen que en algunas fotografías que se toman en la presa de El Diablo se puede ver al residente del averno enojado, esperando aún el tributo que nunca pudo cobrar, pues el descendiente de Conín había sido más listo que él.

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