Voces del Tepetate 7/03/2022
Porque yo estaba presente, oí cuando llegó una viejecita a comprarle. Y le preguntó mi tío » Señora, cuántos años tiene usted».
-94.
-¡Ah, chispas, -me dijo- yo no llego a esa edad…! Sobrino: me faltan cuarenta y siete.
Vibra el tono de su voz emotiva, como si saliera de una caña de otate en el mercado: registra en timbres incomparables la saludable mole de su cuerpo.
En la báscula mece el fiel, un cisne en las frecuentes latitudes del cinc, al par de la marea o bajamar de las ventas, en el balancín amarillo.
La enfermera y compañeras de trabajo en el hospital, el fin de semana recibieron una banda de muchachos, picados con navaja y cuchillo. Y tras éstos, los rivales, también cortados a filo. Tendieron en camas vecinas -ahí prosiguió la contienda, entre insultos y amenazas.
Buzo sin escafandra dentro de un tambo oxidado; la cabeza sumergida, sin resuello, hasta los más escasos gorgoritos burbujeantes. Eso, antes de culminar la cara en la taza excrementicia, una felacio a conciencia, en el miembro de sus captores. ¡Por chiva…!
En ningún lugar es bien visto uno que ponga el dedo, por muy bien recomendado que se encuentre entre la raza. Y ni modo de decir que no, o de soltar la papa. ¡La vida no tiene precio…! En frío acero recibe golpes en el cuerpo inerme, sin compasión, sin respiro. Una vez en el suelo, los zapatos y botas tullen, a lo bestia. Y una vez más transcurrido el proceso para seguir respirando, de pronto el momento inminente, que como bola de nieve arrasa todo sentido y moral, con la vergüenza y pena implicadas en el delito.
¿Delito…?
Más bien, modus operandi.
Segundo segmento y conclusión de «Un círculo en el aire» del poeta Florentino Chávez Flores
Para leer la primera parte de «un círculo en el aire» accesa aquí

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