Remembranzas de mi pueblo
20/11/2022
Dice el refrán popular que a las mentadas de madre y a las llamadas a misa no se les hace caso. No sucede así en mi pueblo, San Joaquín, que desde siempre ha tenido campana, después su torre con campanario, campana y esquilón, y desde hace 60 años ¡tiene reloj!
En diciembre de 1962, tal como consta en la placa adosada a la fachada de iglesia, los hermanos Torres Acosta donaron el reloj de repetición que se instaló desde entonces en la torre de la iglesia y que aún en su remodelación y ampliación, se conservó.
Sobre la placa de mármol se lee «Los srs. Joaquín, Moisés, Vicente, José, Margarita, Aurora y Camerina Torres Acosta, obsequian este reloj al pueblo de San Joaquín, Qro. Diciembre de 1962».
La historia de estos hermanos es triste, pero concluyeron sus vidas siendo gente de bien.
La mamá de estos hermanos, María Acosta murió el 31 de marzo de 1926, miércoles santo, a las 12 de la noche; su esposo, mi tío Luis Torres quedó viudo y a cargo de sus siete hijos.
Por causa de aquella fiebre que aquejó a gran parte del país, por desgracia, el tío Luis Torres Martínez falleció el 15 de junio del mismo año que su esposa, 1926, era martes y el mismo día, se sepultó.
Entonces Froylán Torres Martínez, mi abuelo materno y soltero hasta ese momento, ya en propiedad de la casa del Puerto de las Pilas, misma que adquirió desde 1919, se hizo cargo de los sobrinos hasta que la abuela materna, la mamá de María, llegó por ellos y se los llevó al Distrito Federal donde hicieron vida.
José llegó a ser piloto aviador, general de división, comandante de zona militar, diplomado de estado mayor presidencial; mi tío Moisés, además de ser el fundador del club de los viejitos en mi pueblo, en su juventud fue portero del Atlas. Alguna vez me dijo que su logro más recordado, era haber detenido un tiro penal a Isidro Lángara, gachupín que por entonces triunfaba en nuestro fútbol.
Un reconocimiento a los hermanos Torres Acosta, por la donación del reloj de la torre del templo de San Joaquín, que sigue marcando el tiempo infinito de nuestros sueños.
Bendiciones hasta donde estén.
Rogelio Ledesma Torres
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