Voces del Tepetate
05/07/2022
Las boticas
Tenían olores característicos humectantes,
almizclados, ácidos,
perfumados, acres… y exhibían
anuncios de los medicamentos, tónicos,
cremas con bebés regordetes y mamás
sonrientes.
La burbujita de la sal de uvas, el barbado
señor Gillette ofreciendo una navaja para
rasurar, la emulsión de Scott con aceite
de hígado de bacalao que cargaba y recomendaba
un pescador.
En esos establecimientos todavía se
preparaba “el pan puerco”, píldoras y
obleas hechas manualmente.
Existían las fórmulas para preparar “espíritus” para
el “empacho”, jarabes, aguas sedativas,
tinturas, bálsamo foraventi, aguardiente
alemán, éter, agua de hinojo, aceite de
romero y canela.
Todos con sus usos terapéuticos;
y de los barrios y muchas
partes de los municipios y ranchos venían
al centro a comprar bálsamo de las
“siete flores”, aceite alcanforado, jarabe de
tolú, aceite de palo, agua de rosas, agua de
golondrinas para el espanto.
Todas estas recetas se preparaban en las boticas de la
Cruz, Balandra, Andrade, la Guadalupana
por citar algunas.
Enrique Espinosa Uribe
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