Cambia, todo cambia -Blog -

Voces del Tepetate

Parada en la Estación del ferrocarril

13/07/2022

Quizá lo que más recuerdo del barrio del Tepe, es la antigua estación del Ferrocarril; cuando de niños nos aventuramos en varias odiseas, con rumbos diversos, tan felices que de cuando en cuando, asomábamos
la cabeza en la ventanilla.

En ese entonces el tren era el medio de transporte económico, sobre todo en segunda clase; las bancas eran de palos con una capa delgada acolchonada, lo que no lo hacía cómodo, pero no importa cuando es uno soñador, como lo es un niño, que viaja por primera vez con su mamá y hermanos, degustando los
ricos elotes, las gorditas, las enchiladas de los vendedores que suben al tren a ofrecer sus deliciosas opciones para los hambrientos, en un largo o corto viaje.

Quien imaginaría que el gusto nos iba a durar poco, que viajar en tren quedaría en las fotos tomadas en cámaras Kodak, de rollos. Viajar vendría a ser un lujo, a pesar de existir los autobuses de segunda, no se equiparán a los precios del tren.

Que además contaba con la primera clase, asientos acolchonados, grandes ventanales para disfrutar del paisaje y los famosos pulman, los dormitorios, camas muy confortables para descansar mientras se viajaba.

Ah que bellos recuerdos.
¿Quién tuvo la dicha de viajar en tren en nuestra ciudad, Querétaro?.
Cuando paso y miro la antigua estación, saltan tantos recuerdos, de mi niñez, de esa sonrisa que teníamos todos mis hermanos, fantaseando con estar participando en una película del oeste hollywoodense.

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Todo parecía reducirse a la palabra felicidad, aún puedo escuchar nuestras risas, el semblante de mi madre, feliz de complacernos, de darnos la alegría que en tantas ocasiones parecía quererse escapar
de nuestras vidas.

-¿Qué viaje recuerdo más? – cuando nos fuimos a la playa, a Veracruz.
Recuerdo a los garroteros pasar caminando por los vagones, pidiendo los boletos; recuerdo a las familias, el olor de los guisos, el sonido de los vagones , ese popular chucu chucu, los paisajes, el grito que anunciaba cada estación, los abrazos, los besos de bienvenidas y despedidas.

¿Qué veo hoy? , una estación que parece abandonada, parece que llora conmigo su nostalgia, lo que algún día fue, lo que algún día compartimos, ella y yo nos miramos, somos un recuerdo, así es la vida, cambia, todo cambia, como canta Mercedes Sosa.
“…cambia lo superficial, cambia también
lo profundo, cambia el modo
de pensar, cambia todo en este
mundo…”.
Hoy es el centro cultural La vieja estación.

Me conmueve ver que todo tiene un principio y un final, es inevitable, ¿es acaso la ley de la vida?. Agradezco por toda la dicha que viví en el tren, el sonido de sus vagones, sus luces, el orgullo que representó Ferrocarriles Nacionales de México.

La bestia, así le llamamos, ahora lugar de paso de inmigrantes que van y vienen, que se trepan como polizontes para llegar a otros horizontes. En la búsqueda del famoso sueño americano. Me pregunto si los sueños se persiguen, si la vida es solo momentos que no se pueden expresar en unas letras, sería como quitarles un poco de su misterio, un poco de su libertad. La libertad de quedarse en la memoria colectiva como algo incierto, como algo fantástico.

Trenecito , ahora mirarte es como cuando se va a los museos, quedas como pieza para admirarse, para recordarse; solo los que llegamos a viajar en el tren de pasajeros guardamos esa nostalgia y algunas almas que yacen en la otra vida.
En el otro lado de la distancia nos vemos, espero que alguna vez me cuentes todo lo que vivimos juntos. Si omití algún detalle, me disculparás, en mi condición de niño.
Todo me parecía salido de un cuento, parecía una historia surrealista, un truco de magia…

En el barrio del Tepe se quedan todos y cada uno de mis recuerdos, de mis padres que partieron junto con tu maquinaria que sonaba como un rugido, como una bocanada, algo sublime, grotesco, ¡que importa!. Por siempre y para siempre nuestros viajes que comenzaron o concluyeron en la Antigua estación del ferrocarril del barrio del Tepetate.

Cheli Oh