Día del maestro -Blog -

Remembranzas de mi pueblo

02/08/2022

Si puedes leer esto es consecuencia del apoyo recibido por un maestro que con mucha dedicación te enseño a leer y escribir.

El ciclo escolar de mi infancia iniciaba el 02 de septiembre ya que el día primero, era el informe presidencial. Había dos periodos de vacaciones, diciembre y sus posadas era uno y el otro en Semana Santa.

Cada lunes con fervor entonábamos durante el toque de bandera «se levanta en el mástil mi bandeeera, como un sol entre céfiros y triiiinos…»; nadie sabía cuáles eran los céfiros, aunque si, los trinos.

Nuestras materias de historia y civismo, aritmética, geometría y anatomía eran las comunes, pero lo mejor venía con la hora del recreo, comiendo aquel bolillo con frijoles o huevo revuelto, con algo de suerte a veces con nata.

Esperábamos con ansia la llegada de las vacaciones de diciembre, aunque con temor el regreso por los exámenes semestrales, con aquellos ruidos extraños en el estómago que hoy sé, no es otra cosa que estrés. Mi madre le llamaba “nervios».

El festejo del 30 de abril para la chiquillería serrana era realmente esperado, porque significaba ir de excursión a campo alegre o a Los Cuisillos, hoy pomposamente llamado zona arqueológica de “Ranas”, que por cierto, con dificultad ahora para visitarla.

Nuestras épocas de graduación en junio, la mayoría de ocasiones se hacían acompañar de fuertes aguaceros, de esos que ya no se ven con frecuencia. Eso si, había que celebrar la santa misa para los que concluían el sexto año, había convivios con padres y padrinos, además del festival cívico organizado dentro del plantel escolar y el clásico cambio de escolta.

Los más aplicados en la escolta y los más grandes en la banda de guerra, decían.

En el San Joaquín de mis recuerdos estaba en función la Escuela Primaria Rural Federal “Benito Juárez”, -la escuela “de arriba” le llamábamos- a donde llegaron maestros que hicieron vida en el pueblo; el auditorio municipal por ejemplo, lleva el nombre de un docente destacado.

La otra escuela era mi escuela “Instituto Tepeyac”, que era patrocinado por mis tíos los Torres y operado por las misioneras de San Juan Bautista, mejor conocidas como las madres de Toluca.

Para mi, excelentes docentes y mejores personas. Ahí me encontré con la lotería de tener en cuarto, quinto y sexto grado a la misma mentora que seguramente contribuyó a que yo resultara ganador del concurso de zona escolar.

Eso significó asistir en julio del 74 al besamanos del presidente de la República, Echeverría, en los días de apogeo del mundial de fútbol en Alemania.

Vaya desde estas líneas un reconocimiento a todas aquellas personas que desde su labor educacional, hacen de su vida un verdadero apostolado y más valioso aún desde mi punto de vista, si hacen su labor en las zonas rurales. Mi agradecimiento eterno.

J. Rogelio Ledesma Torres, serrano de nacimiento, corazón y convicción.