Voces del tepetate
01/06/2022
Viajaba por pueblos originarios.
Con mi esposa.
Queríamos saber sus usos y costumbres.
¡El cómo han logrado sobrevivir en
esta sociedad donde todo está en su
contra!
Y al ver un bosquecito.
Bajamos del auto y fuimos a explorar.
Y encontramos a un hombre que
empujaba una carretilla.
Toda de madera, hasta la llanta.
¡Un extraordinario trabajo artesanal!
La llevaba repleta de nopales.
Y le dijimos:
_ ¡Qué hermosa fruta!
Eran grandes y tiernitos.
_ ¿Ya los peló? ¡No se les ven espinas!
_ Así son – dijo.
_ ¿Puedo tomar uno? -preguntó mi mujer.
_ Sí.
Y empezó a comerlo.
_ ¡Qué delicia! Véndanos- le dijo.
_ No puedo señito; pero les regalo los que quieran.
_ ¡Oh, muchas gracias! – le contestó y agarró tres.
_ ¡Tome más!
Y le dijo mi esposa:
_ ¡Sí quisiera; pero véndanoslos!
_ ¡Señito, ¿cómo quiere que le venda lo que a mí me regalaron?
_ ¡Se los dieron!, ¿quién?
_ La tierra…
_ ¡Pero le costó trabajo cortarlos – insistió mi esposa –; si nos vende, con el
dinero puede compra otras cosas!
_ En mi comunidad no se compra ni se vende.
Lo que nos da la madre tierra lo intercambiamos.
Así hemos vivido desde hace siglos.
_ ¡Hacen trueque? – le pregunté.
Sí señor. ¡Espere!
Y fui al auto por unos panes, muy ricos, los habíamos comprado horas
atrás, y le dije:
_ Esto le doy, y usted me da nopales.
Sonrío y dijo:
_ Así sí.
Puso los panes en la carretilla, buscó
unos ramajes y cortó dos varas y les
dejó horquetas en la parte gruesa, para
soporte; y en las puntas les clavó nopales, haciendo grandes ensartas.
Luego dijo:
_ Con éstos sí hacen una buena comida; les ponen su cebollita, su cilantrito…
Y nos fuimos contentos, comiendo
ricos y extraños nopales, sin espinas.
Alfredo García Servín
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